jueves, 1 de abril de 2010
Conectados con la totalidad
Vayamos hacia donde vayamos los elementos de la estética japonesa estan siempre presentes en todas las artes y en toda cotideaneidad. A diferencia de la concepción occidental la estética japonesa se encamina más a formar una unidad con la naturaleza, a la integración, que a querer dominarla.
Esta idea de la integración aparece en el término budista kechi-en (que, literalmente, significa “sumarse” a un “vínculo“, pero denota la relación causal o función que relaciona la vida con su ambiente).
El concepto surge de la teoría del “origen dependiente”, importante construcción filosófica en el Budismo desde los tiempos de Shakyamuni. La teoría del origen dependiente sostiene que todos los fenómenos, sociales o naturales, son el resultado de sus vínculos con otros fenómenos.
Nada existe en aislamiento total; todo mantiene una estrecha interrelación. Por lo general, pensamos las interacciones desde el punto de vista espacial, pero el concepto budista es multidimensional, e incluye la dimensión del tiempo.
Ciertas formas tradicionales del arte, como la ceremonia del té, los arreglos florales, la jardinería típica, o los biombos o las puertas corredizas, no fueron concebidas como fines en sí mismas o como elementos dotados de valor intrínseco.
Su plena significación se revela sólo cuando dichos objetos se emplazan en un “espacio” sito en el corazón de la vida común y cotidiana. Su valor depende del kechi-en, de la conexión que establecen con el espacio circundante.
Ciertas formas tradicionales de la poesía japonesa, como el renga (versos ligados) o el haiku, no podrían haber cobrado vida sin un espacio donde muchas personas pudieran reunirse y, literalmente, entablar relaciones con el lugar, con sí mismos y con los versos.
En el Budismo Mahayana, el término ku (a veces traducido como vacío o vacuidad) describe la realidad de todas las cosas como derivación del kechi-en. Aún hoy existe tendencia a relacionar la idea de ku con la idea de la nada. En parte, esto es responsabilidad del Budismo y, en especial, de las enseñanzas del Hinayana. Estas doctrinas alientan una suerte de nihilismo, a través de exponer que se llega a la iluminación negando los valores mundanos.
El Budismo Mahayana sitúa el concepto de ku en un marco muy distinto de esta comprensión estática y nihilista; por el contrario, la realidad es vista como un fluir constante, es decir, como la corriente dinámica de la vida en sí.
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